30 de diciembre de 2017// sabado
entrenando la noche
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sábado, 10 de septiembre de 2016
La casa
cuando el día se apaga comienza el despiece
perder la casa es rápido
volver a levantarla toma mucho
a veces vuelven casas que son llagas
que son ruinas
que falsifican la vuelta
pero nunca olvidamos
asoma el palpito cuando el día florece
de la memoria activa
vuelven a brotar las casas
que no cejan
que no se domestican
la alegría está en nuestras raíces
cómo no vamos a querernos
si la vida está buena
pese a todo
crecemos como candiles
como moradas
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MUSICA
http://www.lisandroaristi.com/msfl
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… y llegan
https://www.youtube.com/watch?v=avHYfsuuGAo
http://www.quaver.fm/cancion/when-im-sixty-four
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¿Cuándo pasó el día del niño?
Hay un niño arrepentido susurrando mi conciencia
hay un niño perdido repasando mis imágenes
hay un niño asustado que no se desprende del miedo
hay un niño no realizado peleando su asfixia
hay un niño indefinido creando vidas alternativas
Hay un niño arrepentido susurrando mi conciencia
hay un hombre esperando de que alguien lo convenza
de que aquello era inocencia.
E.G.
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Se realizó la entrega de premios del concurso literario “Delta Argentino”
Nuestra invitada y finalista Irma Liliana Pitar escribió:
Intrépido Carapachay
Bravo aliado adolescente.
Castaño, dorado, amalgamado en verdes.
Brisa de hadas mi perfil proyectabas.
Rio, bote y remo ecuación de encuentro.
Destierro incierto, mágico umbral pasivo.
Inflamaba hastío septiembre del 76,
Furia salvaje, apestaba a odio.
Crujido de motores, sacudían tu ira.
Armadas como salvadoras,
trituraban en olas tus aguas cobrizas.
Pontones blancos cual estiletes de acero,
hedían a estiércol, remolinos y ficciones.
Rabia como espuma esparcías colérico.
Tu garganta de fuego enmarañó a marinos.
“ Jilguero” los bajó en La Bañadera.
Despistados devastaron la casa.
¿Era Liberación o Lorelei la que buscaban?
Sorpresa enajenada, Liberación… desocupada.
Irrumpieron al lado y… al lado.
Nobles moradores demandaban clemencia,
Halados encapuchados a la lancha colectivo.
De nada valió tu enojo, espectador inmutable.
Colorearon de gris letal tu reino.
Saña cruel, destrato, dominación, vacío.
Enredaron musas, instauraron silencios
Anhelo de descaros, pañuelos blancos.
Alianzas sigilosas inundaban los tiempos.
Tus aguas alienadas gruñían por verdad.
… Y cuando esa boca descargó el veneno,
Savia sufrida, exilio y espanto.
Brotaron madreselvas como compañía. .
Coreaste intrépido himnos a la ausencia
Tus aguas morenas en franca libertad,
lúcida mágica tempestad de calma,
engalanaste altivo la pasión de siempre.
Por ser Carapachay . (Indio Bueno).
Rosa Baddie (seudónimo)
Irma Liliana Pitar
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El Yuyo “Historias de los insignificantes”
Hoy te miré con atención y me pregunto, cuando estás doblado ¿estás mirando hacia arriba, la copas de los árboles y las otras plantas más altas y más bellas?, o estás mirando para abajo, a ver si la tierra te hace crecer y te cobija. Que envidia debe darte la fama de otras especies, más coloridas, más mimadas más al resguardo de tantos peligros. Y claro ¿A quién le importa el yuyo cuando arrecia la tormenta? Y ni que decir si la 4 x 4 derrapa y te arranca junto a jirones del suelo. Pucha, no es fácil, si creciste junto al río te ahoga la corriente, en medio del campo te pisan los cuadrúpedos y hasta te cagan sin disimulo, pero, lo peor debe ser crecer al lado de la autopista, ahí van a parar nauseabundos pañales, infectadas excretas humanas y algún escupitajo, una bolsita que te ahoga o peor aún ya en tu vejez añosa seca y marrón, un pucho encendido o un fósforo mal apagado para arrancar en llamas tus venas fibrosas. Por ahí también pasan la guadaña o la desmalezadora: “hey déjame un poquito más alto, quiero ver más allá del guarda rail”, “claro como soy el último orejón del tarro al INDEC no le preocupa mi crecimiento”, algo leí en una hoja roída de diario, nunca entendí algunos titulares – mirá si “ese yuyito que crece al costado del camino va a ser tan importante” – Lo escuché como un murmullo de viento; no quiero ni pensar en que oigo la opinión del yuyo. – ¿Será cosa de locos? Aunque al final del día tuve la misma sensación junto a los yuyitos de mi vereda, algo me decía al oído o la conciencia: “cuidado no te apartes del sendero, ahí donde un día terminará el jardín prolijo, los perfumes y las rosas quedaremos solo vos y yo – el yuyo -, fui el primero en llegar y seré el último verdor si no me valoras un poquito”.
Ernesto García
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TIEMPO
Pasarán los días
pero no las hojas
de mi múltiples vidas
aunque coleccione canas
no verás mi partida
Trofeos inertes
cuadros pestilentes
tiempo, coleccionas
haciendo trampas
las vidas que te temen
Yo te resisto
a mí no me convences
y aunque débil humano
te desafío, tu no sirves
a la muerte, si no fuese por las pestes
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Algo particular de frío y soledad envolvió mis pasos
Hacia tiempo que no lo hacía, es que la Capital, o “el centro” para los del Gran Buenos Aires, ahora CABA, y apurado, no nos gusta, esta vez, para matar un tiempo de espera que me sobraba, caminé tranquilo.
“Algo particular de frío y soledad envolvió mis pasos, una soledad que de tanto en tanto vuelve y aunque parezca contradictorio, me rescata”.
¡Cambio, cambio!
Sonidos y colores, contrasombras y contramuros, la belleza escondida, nubes y terrazas y el reloj, que avanza lento.
¡Dólares, euros, cambio, cambio!
Ofertas de cueros, olor a comida, espejitos de colores, todas las razas, todos los credos, caras idas, pocas alegres, oferta de sexo, vitrina de estilos para todos los gustos.
¡Cambio, cambio!
¡Tome el volante, vea que chicas!
La vidriera en espejo, reflejando mis años, ¿cuánto? de la ciudad de años anteriores se mimetizó en mis modos, igual de mezclados San Fernando, Tigre y El Talar, meteoritos fugaces dentro, de mi propia atmósfera.
Compruebo, que sigo siendo yo cuando la soledad me rescata.
¡Cambio, cambio!
Y así, pasé un buen rato, cuadra tras cuadra; que paradoja, tener que meterme en el ruido, entre la gente, pocos alegres, otros disfrazados, miserias y oropeles para darme cuenta que hay que darse tiempo para estar solo, no soledad de orfandad, solo de solamente estar abrazado por la piel reflejada en una vidriera.
Solo con tu propia mirada.
¡Cambio, cambio!
¿De que cambio me hablás?, si yo no viajo ni especulo, y en esto de matar el tiempo mirar en el tablero: ¡dos borrados en el Quini, ocho en el Telekino!, que mala suerte, poco al fondo del bolsillo ¿Será verdad que alguien me ama?
Volver a sentir que no tenés porque volver a ningún lado y sin embargo seguir siendo ¡yo!, el que siempre volvió.
¡Euros, dólares, cambio, cambio!
Ernesto J. García