Malvinas antes de 1978 – Análisis y alternativas

La soberanía argentina en las Islas Malvinas

Por la doctora Giuliana Bossi de Rocca

Conferencia pronunciada el 17 de octubre de 1977 en la sede de la asociación «Dante Alighieri» de Buenos Aires.

Cuando empecé a ocuparme del problema Malvinas en 1974, me di cuenta inmediatamente de que el tema excedía el simple contexto nacional, aunque su solución se refiera sobre todo al país.

Mar Argentino – Islas Malvinas

En efecto, considerando la historia de las Islas y de las reivindicaciones argentinas e inglesas, se puede también perfectamente analizar la historia europea y la evolución del derecho internacional desde el siglo XV hasta nuestros días.

Así, a quien me preguntaba por qué me ocupaba con tanto interés de este argumento, solía contestarle que, aparte de la validez de un problema vivido con tanto vocal nacionalismo en un país donde yo paso gran parte del año, el tema era sumamente absorbente también para un extranjero, justamente por las profundas implicancias que tiene con la historia y las relaciones de los estados europeos occidentales.

Este es un aspecto de la cuestión para mí muy importante. Pienso que el problema Malvinas tendría que ser mucho más conocido, y me parece que es desde esta perspectiva que debería enfocarse, sobre todo en un contexto extra-sudamericano.

Es por esto que decidí dar dos cursos en la Universidaddel Estado de Milán en los años 1975-76 sobre el tema, y mis estudiantes participaron con gran interés, pues, repito, el caso Malvinas, en su singularidad, nos permitió extendernos en consideraciones de derecho internacional tanto particulares como generales.

Una vez notada esta relación, dividí la historia de las Islas, así como la historia de las relaciones entre los Estados, en tres momentos:

Primero: el siglo XV y parte de XVI, en los cuales la autoridad arbitral del Papado, universalmente reconocida hastala Reforma, rigió el equilibrio internacional;

Segundo: los siglos XVII Y XVIII, cuando hechos determinantes y movimientos doctrinarios muy significativos, como la Reforma, la filosofía de Maquiavelo, las consecuencias de la Paz de Westfalia y las doctrinas de Gracia y de Vattel cambiaron sustancialmente el equilibrio preexistente, y tercero: el momento actual, en el que después de los dos grandes conflictos mundiales, el equilibrio dela Societas Gentium está confiado a la acción de las grandes organizaciones internacionales, primera entre ellas las Naciones Unidas, según, podríamos decir, principios reconocidos y aceptados para garantizar la paz y el respeto de la persona humana.

Por lo que se refiere al primer momento, el del equilibrio regido por el Papado, podemos recordar brevemente que en éste se fundaron las bases del imperio español en Sudamérica.

Las Bulas Alejandrinas de 1493 que, para decirlo muy simplemente, dividían el mundo entonces conocido entre España y Portugal en nombre de una acción de cristianización que sólo estas dos monarquías podían desarrollar, concedían a la corona de Castilla un amplio poder en las tierras del Nuevo Mundo y en los mares del Sur.

Las Malvinas se encuentran en el área que fue atribuida a España.

Sin embargo, este equilibrio típico de la sociedad medieval fue agrietándose hasta reconstruirse con un aspecto diferente, a medida que otros Estados (Francia, Inglaterra, Holanda), suficientemente cohesivos en lo interno y poderosos militarmente como para disputar a las coronas castellana y lusitana sus monopolios coloniales y comerciales de ultramar, impusieron una realidad que originó una nueva praxis jurídica a partir de la cual se elaboró un derecho internacional con normas distintas.

Digamos sólo, muy brevemente, que mientras antes la soberanía de un Estado sobre los nuevos territorios estaba basada y garantizada por una autoridad superior e indiscutida, la papal, ahora la posesión de un territorio se reconocía internacional mente cuando la nueva tierra era descubierta y ocupada.

En este segundo momento, tan significativo en la historia de las relaciones internacionales, tuvieron lugar también los hechos más importantes en la historia del archipiélago. En efecto, en los siglos XVII, XVIII Y parte del XIX las Islas fueron descubiertas, ocupadas y atropelladas.

El análisis de estos hechos nos llevará también a reconocer y a demostrar los indiscutibles derechos argentinos.

Las Islas fueron descubiertas el 24 de enero de 1600 por el holandés Sebald de Wert, que aun sin desembarcar y ocuparlas, las describió con mucha precisión.

Lógicamente, él no descubrió todo el archipiélago sino un grupo de islotes, que se llamaron en su honor Sebaldinas, al noroeste de la actual Gran Malvina.

Empero, la exactitud de las informaciones permitió a los navegantes que lo siguieron delinear el archipiélago en su totalidad.

Por lo que se refiere al descubrimiento, existe una disputa entre los estudiosos: algunos lo atribuyen a los primeros viajes de Vespucio y Magallanes en el siglo XVI y no a Sebald. Esta tesis se basa sobre datos que, aunque probables, no pueden todavía considerarse indiscutibles y seguros (lo que es indispensable para la certeza histórica).

Por otro lado, también los ingleses, en sus reivindicaciones sobre el derecho de soberanía en las Islas, atestiguan que los primeros descubridores del archipiélago fueron dos corsarios de Isabel 1: John Davis (1592) y Richard Hawkins (1594).

Estudios muy acreditados demostraron empero inequívocamente que los supuestos descubrimientos de ambos navegantes son frutos de la fantasía o se refieren a otras tierras.

En efecto, si se compara la posición de las islas que describió Sebald de Wert con la que dejaron Davis y Hawkins, se nota que los datos correspondientes a la longitud y latitud son muy distintos.

Además Hawkins describió las Islas como un territorio poblado, cuyos habitantes acostumbraban encender grandes fuegos, mientras se sabe, sin posibilidad de dudas, que los únicos moradores del archipiélago eran focas y pingüinos y que en el mismo no existían ni árboles ni madera.

Estudios posteriores demostraron que la isla descripta por Davis era totalmente inexistente.

Las argumentaciones inglesas fundadas en un eventual derecho que derivaría de la prioridad del descubrimiento carecen, por consiguiente, de contenido y de valor.

El primer ocupante de las Islas tampoco fue un inglés o un español, sino un francés, Jean Louis de Bougainville, que, costeando personalmente su viaje, realizó su sueño de navegador y explorador, fundando en 1764 enla Malvina Orientalla primera base en la historia de las Islas Port Louis.

Este episodio tuvo consecuencias importantísimas por lo que a nuestro problema se refiere.

Tomado conocimiento de la existencia de la base, el gobierno español protestó ante París: Bougainville devolvió la base a los legítimos dueños de las Islas y el 10 de abril de 1767 la administración española reemplazó a la francesa.

Desde entonces Port Louis se llamó Puerto Soledad.

Podríamos preguntarnos en este punto: ¿Cómo fue posible todo esto? ¿Sobre qué base España pudo protestar contra Francia? ¿Y por qué ésta reconoció tan pronto la ilegitimidad de su acción?

La respuesta es que ya en 1767 existían tratados y acuerdos que aún sin nombrar directamente las Islas reconocían la influencia y la soberanía española sobre toda aquella área del Atlántico.

En nombre de estos acuerdos, cualquier ocupación de tierra en el área reconocida como perteneciente a España hubiera sido considerada inequívocamente ilegítima.

Por ejemplo, en 1749 la misma Gran Bretaña había pedido permiso a Madrid para construir una base en las Islas. (Notemos, pidió permiso, y el pedir permiso significa que reconocía a las Malvinas como españolas).

Frente a la lógica negativa de España, Gran Bretaña dejó el asunto, por lo menos temporariamente.

El derecho que en 1767 España hizo valer contra Francia fue reconocido por todas las potencias, Inglaterra incluida.

Sin embargo, ¿qué estaba haciendo Gran Bretaña mientras reconocía públicamente el contenido de los tratados que había firmado?

En el más absoluto silencio y clandestinidad ocupaba la pequeña Isla Saunder, al noroeste dela Gran Malvina.

Los españoles se enteraron de la existencia de esta base, Port Egmont, en un viaje de reconocimiento del archipiélago y, puesto que los ingleses no tenían ninguna intención de irse, la destruyeron. El accidente heló las relaciones entre los dos países.

Inglaterra se declaró herida por el distinto trato que el gobierno de Madrid había tenido con ella con respecto a Francia. (Sin pensar que ella también había tenido un trato muy distinto del que había tenido Francia con Madrid.)

Merced a los buenos oficios de Francia se llegó a un compromiso en nombre del honor ofendido.

Se permitió a los ingleses volver a las Malvinas sólo por el tiempo necesario para amparar internacionalmente su honor. (Este fue el resultado de un acuerdo, la famosa promesa secreta, con el cual los ingleses prometían, aceptando la concesión especial de volver a Port Egmont, no tener pretensión alguna de soberanía sobre las Islas. De esta promesa, aún secreta, se tiene conocimiento por la correspondencia entre los ministros y los embajadores españoles, ingleses y franceses y por los comentarios de algunos diarios de la época.)

En 1770 los ingleses volvieron y se fueron voluntariamente en 1774. Este cuatrienio fue el único momento, por supuesto hasta 1833, en el cual los ingleses estuvieron en las Islas.

Hasta 1833 nunca más pisaron su suelo, y si se pudieron quedar fue sólo por un tiempo, en un lugar bien definido y sólo por concesión especial del mismo gobierno español. (¡Como huéspedes y no como conquistadores!)

En cambio, España siguió administrando todo el archipiélago hasta 1811, cuando después dela Revoluciónde Mayo las Islas pasaron a depender del gobierno de Buenos Aires.

Me parece que a la luz de lo narrado no cabe duda alguna sobre los derechos argentinos.

Inglaterra ni descubrió ni administró las Islas. Además, firmando los tratados que regulaban la navegación en los mares del sur desde 1670 hasta 1825, se comprometió ineluctablemente a respetar el área de influencia española y después argentina, cuando las Provincias Unidas sustituyeron al Virreinato como herederas de éste.

Entre 1670 Y 1825 se firmaron nada menos que ocho tratados entre Francia, España y Gran Bretaña al finalizar conflictos en Europa, que, regulando las posesiones y la navegación en los mares del sur, salvaguardaban en esta área la soberanía española y luego la argentina.

Inglaterra ignoró totalmente las Islas hasta 1829.

El 10 de junio de ese año, Buenos Aires dispuso que el archipiélago y las islas atlánticas adyacentes al Cabo de Hornos fueran administradas por un Comandante político y militar residente en la isla Soledad. (Este no fue el único acto oficial del Gobierno de Buenos Aires. Ya en 1820 dispuso que David Jewet, al mando de la nave Heroína, tomara posesión oficial del archipiélago por parte de las Provincias Unidas. En esta circunstancia Inglaterra permaneció callada, así como en 1776, cuando se constituyó el Virreinato del Río dela Plata)

El mismo 10 de junio Louis Vernet, originario de Hamburgo, que había colaborado en el desarrollo de los recursos isleños, fue convocado para cubrir el cargo. Una vez en las Malvinas, Vernet desarrolló una ejemplar acción de colonización, concluida pocos meses antes de la usurpación británica.

Los ingleses, que necesitaban una base intermedia en la línea de comunicación con Australia y la actual Tasmania, protestaron, declarando que Buenos Aires no tenía ningún derecho y que, al contrario, éste pertenecía a Gran Bretaña por el descubrimiento (que ya hemos demostrado carente de valor) y por la ocupación (se refieren a los cuatro años pasados en Port Egmont por concesión especial, contra los cincuenta y cinco de administración efectiva y continua del Virreinato antes y de Buenos Aires después).

La protesta, sin embargo, cayó en el vacío y el Reino Unido quedó tranquilo hasta el 2 de enero de 1833, cuando el gobierno argentino se encontró de improviso frente al hecho consumado: aprovechando el desorden imperante en Puerto Soledad, provocado por un conflicto con pesqueros norteamericanos, y ante la actitud no muy firme de Pinedo (el nuevo Comandante Político y Militar), que, según expresas órdenes recibidas, hubiera debido defender la base a ultranza, Gran Bretaña se apoderó de las Islas con un solo buque y sin disparar un tiro!

La más que centenaria cuestión Malvinas acababa de nacer.

En ese momento Buenos Aires tenía dos opciones: o retomar con la fuerza lo que le habían quitado con el engaño o protestar según la praxis diplomática corriente, haciendo valer sus derechos sancionados en tantos tratados.

La preocupación por la situación interna, que, por demasiado conocida, no describimos, y también la conveniencia, por motivos económicos, de no interrumpir las relaciones con Gran Bretaña, obligaron a Buenos Aires a reprimir su indignación y a recurrir a notas de protesta en que se exigía el reconocimiento de la soberanía argentina sobre las Islas y su devolución.

El análisis de este intercambio de notas sería interesantísimo, pero demasiado largo para esta noche. Digamos sólo que en cada una ambas partes puntualizan claramente los principios fundamentales de sus pretensiones a la soberanía.

Este intercambio de notas todavía prosigue, a pesar de que, sobre todo en la primera mitad de este siglo, la actitud argentina haya sido favorable al establecimiento de relaciones administrativas, civiles y comerciales con las Islas, posición por otra parte natural dado el clima oficial de amistad con el Reino Unido.

Sin embargo, desde 1945 el problema se encauzó en un nuevo contexto, desarrollándose según nuevas razones y principios que garantizan una vez más la legitimidad de la soberanía argentina.

La creación de las Naciones Unidas en 1945 y la consiguiente declaración británica que ratificaba el status colonial del archipiélago, introdujeron en el problema conceptos y principios de los que no se puede ya prescindir, a saber: descolonización, integridad territorial y autodeterminación.

Sobre la base de estos principios, las Islas como colonia inglesa tendrían que ser declaradas independientes; como parte integrante del territorio nacional argentino tendrían que ser devueltas al país (no olvidemos en efecto que el archipiélago, al margen de cualquier consideración de carácter histórico, es parte natural del continente porque surge sobre la plataforma continental argentina y la misma Gran Bretaña reconoce esta posición geográfica) y según el principio de la autodeterminación se tendría que dejar a sus habitantes en libertad de decidir su futuro. Obviamente, los isleños, hoy menos de 2.000 almas, en su mayoría de origen escocés y acostumbrados desde hace años a una administración inglesa y a un tipo de vida británico, elegirían seguramente la independencia en el ámbito del Commonwealth, porque por las condiciones naturales y la infraestructura del lugar no podrían ser nunca absolutamente autónomos.

Se ve muy bien que en este caso el principio de la autodeterminación choca con el de la integridad territorial.

Parecería, pues, que la descolonización de las Islas podría ser, justamente por el problema de sus habitantes, más complicada que la de otros países más grandes e importantes.

Podemos empero sostener que en este caso especial se podría no respetar el principio de autodeterminación, por cuanto los habitantes no son autóctonos de las Islas.

Sin embargo existen, y sobre todo existe su profunda desconfianza frente a una nación que, a pesar de los550 kmde distancia, no conocen bien y, al contrario, ven como un país en que la industrialización a menudo desordenada y los actos de gobierno no siempre afortunados han producido convulsiones políticas y económicas, si bien menos graves de lo que podría hacer suponer la lectura apresurada de la prensa internacional.

Desafortunadamente la mentalidad isleña permanece aferrada a la imagen de una Inglaterra victoriana, cuando la palabra colonia era sinónimo de prestigio y prosperidad.

Como ya empezaron a hacer, los argentinos deberían invertir esta imagen y persistir en su política de acercamiento con Inglaterra (como también aconsejaron las Naciones Unidas en 1966) e intensificar los vínculos económicos y culturales con los isleños, ratificando así la tendencia de los últimos años, en obsequio también a los acuerdos de 1971/72.

Un ejemplo de esta política fue la creación en 1972 del aeropuerto de Puente Rompientes, a5 kmde Port Stanley. La obra fue realizada por personal argentino y es un modelo en su género.

No hay duda alguna de que los isleños podrían ventajosamente vivir como ciudadanos de un país como el nuestro (en cuya Patagonia, geofísicamente muy similar a las Islas, viven y prosperan desde hace muchos años comunidades de origen galés), un país que por una larga y genuina tradición democrática, por otra parte reflejada en el preámbulo mismo de su Constitución, no reconoce diferencias religiosas ni sociales.

En el ámbito de las Naciones Unidas los representantes argentinos no dejan pasar ocasión sin romper lanzas a favor de la única y justa solución del problema.

Cada vez más a su voz se une una de los representantes de otros países, y no sólo sudamericanos, y poco a poco Inglaterra podría llegar a encontrarse sola con su tesis.

Veamos lo que podrían ser las Islas para Argentina. Las Islas podrían constituir un punto estratégico importante para la articulación de la política antártica del país. Podrían erigirse en una atracción turística. La explotación de las algas marinas podría resultar una operación rentable. La pesca constituye otro recurso nada desdeñable. En fin, los yacimientos de hidrocarburos, racionalmente explotados, proveerían abundantes divisas.

A más o menos corto plazo Gran Bretaña tendrá que restituir lo mal habido.

En esta última etapa de su esperala Argentinatendría que reiterar continuamente su tesis, tanto en los grandes organismos internacionales (como las Naciones Unidas,la Organizaciónde Estados Americanos, etc.), como en los órganos de difusión nacionales y extranjeros.

Es importante que las Islas sean noticia.

Pero los argentinos tendrían que persistir, como ya lo hemos dicho, también en su política de colaboración con el archipiélago. Sobre todo es indispensable quela Argentinase aboque hoy mismo a la preparación de un meditado programa para el desarrollo cultural, económico y social de las Islas y que esté lista para aplicarlo integral mente en el momento de la reunificación.

En este sentido es importante que todos tomemos conciencia de que en ese momento tendremos que reemplazar las argumentaciones jurídicas por actos prácticos de Gobierno para resolver los numerosos problemas que seguramente se presentarán. (No olvidemos quela Argentinava a heredar también los problemas de la administración británica: falta de mano de obra y de comunicaciones, escaso sistema escolar, inadecuada distribución de los potreros y explotación de la tierra. Muchísimos problemas. Lo importante es conocerlos para superarlos.)

Concluyendo: entre las muchas observaciones sobre el problema Malvinas esta noche hemos enfocado sobre todo tres argumentos:

primero: la cuestión Malvinas no es un problema de carácter puramente nacional, así como parece a primera vista;

segundo: cuáles son los derechos argentinos y por qué las Islas pertenecen legítima e indiscutiblemente al país;

tercero: cuál podría ser la actitud argentina para llegar a la solución del problema, cuáles las dificultades que podría encontrar, y el nuevo enfoque según el cual se discute el problema en las Naciones Unidas.

Mientras esperamos tenemos que preparamos; como ya nos lo dijera Ortega: «¡Argentinos, a las cosas!».

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Los mapas que ilustran el trabajo de la doctora Giuliana Rocca tienen el siguiente origen:

1. Islas Malvinas. Servicio de Hidrografía Naval del Comando en Jefe de

la Armada. 

Buenos Aires, 1970.

2. Plan de las Islas Malvinas o Falkland.

Este mapa pertenece al libro «Reclamación del Gobierno de las Provincias Unidas del Río dela Plata, contra el de su Majestad Británica sobre la soberanía y posesión de las Islas Malvinas (Falkland)».

El mismo fue hecho por orden del Gobernador Rosas, por el embajador en Londres don Manuel Moreno, hermano del Secretario dela Primera Juntadela Revoluciónde Mayo y primer director dela Biblioteca Nacional.Londres, 1841. 

Agradecemos al señor Eduardo Ovalle, bibliófilo y propietario dela Librería Orleansde Buenos Aires, quien nos permitió reproducir el ejemplar que forma parte de su colección personal.

3. Le Paraguayr, le Chili, la terre et les Isles Magellanicqueso

Este mapa comprende la parte de América del Sur entre los paralelos 12° de latitud Norte y 59° de latitud Sur y muestra las islas Malvinas con el nombre de «Ins. Sebaldi de Werdt».

Por las toponimias en castellano de los accidentes costeros, patagónicos y de Tierra del Fuego, se infiere que, para su confección, han servido de base los viajes y descubrimientos de marinos españoles.

Autor del mapa es el célebre cartógrafo francés Nicolás San son «geógrafo ordinario del Rey» nacido en Abbeville en 1600 y fallecido en París en

1667, quien utilizó la proyección sinusoidal que lleva su nombre. París, 1656.

4. Carte du Paraguai, du Chili, du Détroit de Magallan, etcétera.

Este mapa, publicado en Francia en el primer cuarto del siglo XVIII, representa la parte meridional de América del Sur y muestra el archipiélago Malvinero con el primitivo nombre holandés de «Islas de Sebald de Weert» y el agregado «ainsi nommées de celuy qui les découvrit I’an 1599».

5. Tractus australior Americae Meridionalis a Río dela Plataper Fretum Magellanicum ad Teraltum.

Este mapa, de Proyección Mercator, ornamentado con dos rosas y doce nudos de treinta y dos vientos, es obra del cartógrafo holandés F. de Wit, autor de importantes atlas de mapas y cartas marinas. Las Islas Malvinas figuran con el nombre «Sybold de Waerds Eylanden».

El mapa reproducido corresponde a la primera edición impresa en Amsterdam en 1715.

6. Typus geographicus Chili, Paraguay, Freti Magellanici, etc.

Este mapa es obra de los herederos de Johann Baptist Homann, fundador de una célebre familia de cartógrafos que actuó entre 1690 y 1790. El mismo, de proyección cartográfica meridiana, representa a América del Sur desde 22° de latitud Norte hasta 5r de latitud Sur.

Las Islas Malvinas llevan el nombre de «Islas de Sebald de Weert», con la indicación «ainsi nommées de celuy qui les découvrit ¡’an 1599». El mapa fue impreso en Nüremberg en 1733, después de la muerte de Johann Baptist Homann.

Los mapas Nº 3, 4, 5 Y 6 son propiedad del Museo Histórico Nacional (Defensa 1600, Buenos Aires) y están expuestos enla Sala MartínRodríguez.

Queremos conste nuestro agradecimiento ala Comisión Nacionalde Museos, Monumentos y Lugares Históricos quien autorizó la reproducción de los mapas y a la señora Pilar de García, Directora del Museo, quien, con gran amabilidad, nos prestó su valiosísima colaboración facilitando así nuestra tarea.

FUENTE

Boletín Informativo Nº 208 / Organización Techint / Octubre – Noviembre – Diciembre 1977

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